sábado, 11 de abril de 2009

Breve historia de casi todo (un relato de auto-terapia)

-"Estás aprobado. Enhorabuena."

Corría en año 2003. Estábamos en el mes de Septiembre, yo contaba con apenas 18 años y venía de lo que era hasta la fecha el típico verano del adolescente pre-universitario, 3 meses de auténticas vacaciones con mucho tiempo libre y apenas actividades para poder llenarlo, un hándicap que la imaginación siempre trataba de solventar. Aquel verano había sido en parte diferente, ya desde el final de curso, pues todos nosotros, bachilleres recién salidos del instituto nos habíamos enfrentado al pequeño trauma de los exámenes de Selectividad, y por mi parte, como la mayoría de los escasos y sencillos retos a los que me había enfrentado hasta ese momento en mi vida, era algo que había conseguido superar sin mayores dificultades. Una nota bastante alta, unida a un expediente no demasiado brillante pero que superaba la media, me permitía acceder al mundo de los estudios superiores en la rama que hasta la fecha creía que sería el camino de mi futuro: la informática.

A mediados de ese mes de Septiembre, escuché esta frase a mi espalda, mientras conducía el Renault Megane de la autoescuela, en lo que era la segunda convocatoria del exámen práctico del carnet de conducir. En mitad de la carretera y tras unos 20 minutos de prueba, sin tan siquiera haber hecho prueba de estacionamiento, me veía ya a mis 18 años con la carrera por empezar, y el permiso de circulación. Ese verano lo había pasado como cualquier otro hasta la fecha, pero con pequeñas interrupciones en mis vacaciones provocadas por las visitas a Ferrol para realizar las prácticas, menudencias que no hacían otra cosa más que enriquecer las experiencias de mi juventud en general y de aquella época estival en particular.

Pronto todo comenzaría a torcerse, no sólo para mi, sino para algunos de mis compañeros representados en la imagen de este blog. Llegaba a una ciudad nueva, sin conocer apenas a nadie más allá de los compañeros que elegían carreras similares, y con muchas dudas y temores llegó el primer día de clase en aquella facultad del campus de Elviña. Siempre he sido una persona tímida y muy cerrada, y a pesar de que llegaba a clase con la resignación de saber que me costaría un mundo hacer nuevas amistades, albergaba en lo profundo de mi ser la esperanza de encontrarme en la misma situación que el resto de mis nuevos compañeros de aula. Pronto la realidad llamó a mi puerta para recordarme que a partir de ahora me encontraba en el auténtico mundo real. Nada volvería a ser sencillo como hasta ahora y no tendría apenas a nadie en quién apoyarme cuando las cosas se torcieran o cuando necesitara una guía o un consejo. La vida universitaria en Coruña no se parece en nada a la que reina en Santiago de Compostela, allí en Coruña se llega en la mayoría de los casos con tu grupo cerrado y la gente no tiene ánimo ni interés en abrirse a los demás, ni mucho menos en facilitarte la integración en su círculo de amigos. En Santiago es diferente, pero eso era algo que yo desconocía por aquellas fechas.

Intento recordar cuando fue la primera vez que alguien me dirigió la palabra en aquel curso, más allá de nimiedades como pedirme un folio o cosas así, y no pecaría de exagerado si dijese que hasta el segundo cuatrimestre no tuve a nadie con quien hablar en los descansos entre clases, que por otro lado eran monótonos y aburridos. Jornadas de un mínimo de 6 horas todos los días, por supuesto sin descansos, levantarme todos los días a las 7:30 de la mañana, sabiendo que perder un día de clase equivaldría a quedarme sin los apuntes de ese día por no tener a quien pedírselos, clases todas cortadas por el mismo patrón, profesores que no tenían el más mínimo interés en dar la clase y mucho menos molestarse en saber si habíamos entendido algo, temarios incomprensibles, poniendo de manifiesto el abismo que se encuentra entre el nivel del instituto y el de la universidad, a pesar de que tanto uno como el otro disminuye año tras año y lo seguirá haciendo con el proceso de Bolonia.

Para un alumno como yo, acostumbrado a estudiar los dos días anteriores a un examen y sin la más mínima idea de lo que significaba el trabajo diario en el estudio, como tomar buenos apuntes o que era y para que servía una tutoría o las clases de una academia, todo aquello me sobrepasaba enormemente. Todo se agravó con la llegada de las prácticas, en las que a todo lo anteriormente mencionado teníamos que sumar la desesperación de ver como el resto de la clase avanzaba y parecía comprender todo aquello y llevarlo a cabo y como yo no sabía ni siquiera como empezar ni en que clase me encontraba. A pesar de todo esto, y debido a mi desconocimiento de la situación y de los métodos para tratar de encontrar una solución, dejé pasar el curso viendo como se acercaba Febrero y engañándome a mi mismo con la idea de que todo era un mal sueño y que con la llegada de los exámenes y las buenas notas todo se solucionaría. No hace falta decir que el tan esperado Febrero llegó y con él otro pleno, como el que tenía acostumbrado en el instituto, sólo que para mi asombro y desgracia esta vez el pleno era de suspensos.
(Continuará...)
by Kímiko MC 2009

3 comentarios:

soy una rumbera dijo...

solo puedo decir una cosa: peché

d.h. dijo...

ay la virgen. menos mal que hay bastante autocrítica en el último párrafo. ya pensé que los culpables de todos los males eran otros (profesores de universidad, etc.) y no tú mismo.

una historieta bien planteada. ahora falta darle al asunto unas perspectivas de futuro constructivas y con un poco de xeito.

como diría alguién cercano... 'menuda generación de gilipollas que no saben hacer frente a los problemas y sólo piensan en fiesta y fiesta...' (razón non lle falta)

El Claudillo dijo...

feasicillo, esto más bien parece el relato de un superviviente judío narrando sus desventuras en Auschwitz...
En tú situación no quedaban más cojones que llevar a cabo una de estas dos opciones:
- Pillar carrerilla y tirarte por la ventana de la facultad (mejor desde el último piso, no fuera a ser que quedaras paralítico)
- Comprar un arsenal de armas en la tienda de los Mallos y cargarte hasta el último friky del campus