jueves, 25 de agosto de 2011

MUNDO BOCOI


Saldrían hasta de debajo de las piedras, si allí pudieram caber. La plaga que azota este Siglo XXI mi España y el mundo moderno es un ejército de bocois, como enfermedad asoladora e inmisericorde que aplaca a la fuerza las ganas del follaje y aparta las miradas de los sementales a su paso.
Son como baba hecha carne, amorfa obesidad, sebo blandito, blancura de eterna curva, horizontes celulíticos que se sienten como montañas granuladas al tacto del magreo.
Miro a los lados de la calle, en la plaza, en los cafés, y sólo veo bocois, de ondulacionaes infinitas, como pelotas humanas y peso de becerros. Epidemia de kilos contagia los sectores femeninos en edad de merecer, volúmenes indefinidos de grasa, incontinencia de materia. Agujeros que prietos de la grasa que desbordan sus bordes embutidos, ya no cumplen su función, la boca para el beso y el coño para el pito.
Manos rollizas, caras con perímetro de tarta, efecto óptico de monopierna de cintura para arriba, pechos como sacos cosidos al torso descomunal, pliegues imposibles de bulldog, carácter simpático para compensar el desastre físico. Tentación del borracho y del desesperado, que ignorante piensa que su verga encontrará coño apartando los telones de carne, para fecundar a la venus inhumana.
Cagan fetos en el wáter, pues la gordura les impide ver el preñamiento.
Bigotazos picantes rasurados a cera, patillas de pelusilla, brazos peludos, son los complementos que a menudo engalanan al bocoi.
Lastre de peso muerto en la cama, parásito mamador de pollas a gitanos, a macarrillas de pendiente brillante, a chandalistas. Ganado viril y sucio para alimentar a la obesa, a otra cosa no aspiran.
Coños con efecto de ventosa, subción de vacío que hace el sebo al moverse dentro de la vagina, morir enganchado por el pene a estas bolas humanas es una muerte ridícula.
Donde debían estar los brazos, están las piernas, donde las piernas están dos torso, y donde el torso panza de elefante o tronco de secuoya. Así es queridos amigos, la hora que nos ha tocado vivir, que Dios nos coja confesados y que provea laxantes y disentería, para combatir esta plaga.

Cutardo