viernes, 15 de noviembre de 2013

un grito


Hasta que gritó el terror no se hizo real, y cuando lo hizo fue para estar seguro de que no era un sueño porque en la angustia de los sueños aunque lo intentaba no salían sonidos de su garganta.
Se había levantado temblando y todavía  se sentía borracho. Sus manos le parecieron amarillas, más amarillas que siempre. El pasillo hacia el baño le pareció más estrecho y el suelo y el techo más cercanos. Paró en seco meciéndose suavemente, como acariciado por una brisa. Intentó ver el final del corredor y entrecerró los ojos como los miopes. Allí sólo había una mancha oscura.

Entró en el baño y abrió el grifo de agua caliente, le golpeó la pequeña nube de vapor y miró al espejo. Fue entonces cuando pasó. Delante de él estaba el reflejo de su cuerpo de cintura para arriba. Pero su cara era lisa, como la piel de la espalda. No tenía boca, no tenía nariz, ni siquiera ojos y aun así podía verse. Esto fue lo que lo enloqueció. Entonces gritó y se escuchó gritar aunque no veía en el reflejo que tuviese orejas. Gritó hasta que el espejo se cubrió de vaho. Después volvió a la cama y siguió temblando allí.

Tomasso Anisacchi (Correspondencia desde el Asilo Mental Parannius)