Es curioso, que a pesar de la enorme cagada que había hecho durante aquel cuatrimestre, y de sentirme lógicamente decepcionado por como se habían desarrollando los acontecimientos, no pareció que aquello me hiciese reaccionar de ninguna manera, sino todo lo contrario. Recuerdo que a medida que las notas iban apareciendo en el tablón, acudía a ellas con la misma esperanza que tiene aquel que se ha gastado sus dineros en lotería con la intención de quitarse de pobre. Hasta el año siguiente no tuve la sensación que se experimenta al saber que has aprobado una asignatura con tu esfuerzo personal y con tu sacrificio. Quizás por ello, por saber que el esfuerzo había sido nulo, sin contar ese par de días que estudiaba para autoengañarme, me tomaba cada suspenso, uno detrás de otro, con la más absoluta indiferencia. Encajaba el disgusto de un día para otro, y me recuperaba de nuevo al pensar “alguna aprobaré…”
El segundo comenzó igual que el primero, lo único responsable que hacía, y que a la larga fue de lo más inútil, era asistir a clase. Por supuesto el segundo cuatrimestre no era ni mucho menos más sencillo que el primero, otra vez de vuelta a las asignaturas incomprensibles. Tengo que decir que estoy seguro de que alguno de los que asistían a clase conmigo (no puedo decir compañeros, pues al 99% nunca llegué a dirigirles la palabra) estaban en situación parecida a la mía. Me resulta imposible que todo el mundo comprendiera todo aquello día tras día sin realizar ni la más mínima pregunta a la panda de frikis que se dedicaba a darnos clase. Es verdad que seguramente muchos de ellos, perros viejos, sabedores de que su capacidad para dar la materia de forma comprensible era nula, no daban nunca la más mínima oportunidad de réplica por parte del alumnado. Las pocas interrupciones que hubo durante el curso para preguntas eran despachadas en la inmensa mayoría de los casos con broncas o burlas por parte del docente.
Mención especial, en esta etapa de mi vida que estoy relatando, para Andrés. La única persona que puedo considerar que fue compañero mío en clase. Es verdad que tenía sus defectos, su nivel de frikismo era el adecuado para estar estudiando esta carrera (que espero que ya haya terminado) y tenía también uno de los defectos que menos me gustan en cuanto a defectos propios del estudiante: Era de los que decían que no estudiaban absolutamente nada cuando era absolutamente falso. Esto es algo que no soporto, y otro día dedicaré una entrada a ese tema, pero hablando del chaval este, la verdad es que por todo lo demás era una gran persona. Nos parecíamos bastante, éramos los dos dos chavales tímidos, un poco frikis y que se habían metido en informática movidos por ese frikismo (yo a mayores movido por el consejo de la Psicodélica). No me sirvió como apoyo para tratar de sacar mejores notas, pero al menos llegaba por las mañanas a clase con otro ánimo. Pues ya no tenía que ser el raro que se sentaba en clase solo y no hablaba con nadie, se mantenía callado las 6 horas que nos tenían allí por la mañana, y se marchaba haciendo el mismo ruido que al entrar. Gracias a él los descansos no los pasaba sentado en clase o dando vueltas por el pasillo como un idiota. Sólo nos faltó irnos de cañas un día, el problema es que de aquella estaba en un círculo de amistades muy cerrado y tenía miedo de salir de él. Además de que las bromas sobre una supuesta relación homo con el chaval este, como sugerían los demás Pollinos, no ayudaba.
Recuerdo una mejora en cuanto al tema académico, aprobé las prácticas de Estructuras de Datos, algo utilísimo en mi caso, pues suspendí el examen teórico y resultó como si no hubiese hecho nada. El único examen teórico que aprobé aquel año fue el de Programación, pero caprichos del destino, en esa ocasión suspendí las prácticas.
Pasemos al tema de las salidas nocturnas y demás. En principio estuvo bien, para alguien que había pasado toda su vida en un pueblo, estar en una ciudad como Coruña era toda una novedad. Pero aquello tenía el mismo ambiente universitario que un velatorio de aldea. Las posibilidades que se le ofrecían a un estudiante por las noches se centraban en ir de botellón a la plaza del humor y luego acabar de tajarse en el Orzán. Después era todo cuestión de improvisar, si es que uno no estaba cansado ya de caminar unos 20 kilómetros todas las noches en total en viajes de un sitio a otro. Acabé por no salir la mayoría de las veces, a lo mejor me sentía culpable por como estaba llevando todo el asunto de la carrera y lo bien que me lo pasaba por la noche no ayudaba tampoco. Así es que me perdí grandes momentos como la paliza a los fans de Manolo Escobar entre otras, que ya comentarán si quieren los actores principales.
(Continuará)
by Kímiko MC 2009